jueves, 27 de septiembre de 2012

CONTENIDOS DEL PRIMER PARCIAL

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INTRODUCCIÓN AL CONOCIMIENTO DE LA SOCIEDAD Y EL ESTADO

CÁTEDRA ELINA MECLE

SEGUNDO CUATRIMESTRE DE 2012

Síntesis teórico I
Prof. Liliana Garulli





Contenido: Modelos de Estado/modelos de acumulación/relación Estado-sociedad desde la consolidación del Estado nacional hasta el derrocamiento del peronismo.
(1880-1955).

Comencemos con el desarrollo a partir del momento en que se cierra el proceso de formación del estado, en 1880.

1880-1930: ESTADO LIBERAL – MODELO AGROEXPORTADOR (Otras denominaciones: Economía primario-exportadora/etapa de crecimiento hacia fuera en función de la integración con el mercado externo)

Contexto internacional:
Siguiendo un texto clásico de O. Sunkel y P. Paz, tenemos que tener en cuenta que la división del mundo en un pequeño número de países que abarcan una pequeña parte de la población mundial pero con un elevado nivel de vida por un lado; y una mayoría de países con condiciones de vida precarias por otro, es un fenómeno relativamente reciente en la historia de la humanidad. Porque hacia 1750 las diversas regiones del mundo no se caracterizaban por diferencias fundamentales respecto de sus condiciones de vida. Hasta mediados del siglo XVIII, el poder de los países dependía de los factores tangibles (territorio, población, recursos naturales).
Según el economista Aldo Ferrer, La Revolución Industrial (RI) generó una fuente de poder intangible: la ciencia, la tecnología y sus aplicaciones a la producción.
La RI fue una revolución productiva, porque transformó la capacidad de producción y acumulación de la humanidad. Fue revolución y no mero avance tecnológico. Fue también una revolución social, que se manifestó en transformaciones institucionales, políticas, sociales y económicas (aplicación de nuevas fuentes de energía a tareas productivas, creación de nuevos tipos de bienes de capital).  A mediados del siglo XVIII se terminó consolidando, entonces, un nuevo modo de producción, el capitalismo, (que había comenzado a manifestarse con la crisis del feudalismo a fines de la Edad Media), se modificó la forma de organizar el trabajo, se generalizó la utilización de un insumo básico, se transformaron las formas de vida, la familia, la vida cotidiana. Inglaterra se constituyó en la primera potencia mundial y a partir de allí comenzaría a disputar su predominio en Europa y en el mundo. Del colonialismo, al imperialismo y al “reparto” del globo para colocar su producción y capital excedente y proveerse de materias primas, minerales y alimentos.
La RI involucró progresivamente a América latina aprovechando sus recursos naturales y humanos. Los países latinoamericanos fueron respondiendo a la demanda externa a partir de su inserción en la división internacional del trabajo. El paradigma liberal aportó la justificación “científica”: la teoría de las ventajas comparativas y competitivas de David Ricardo. La relación centro/ periferia significó la consolidación –en los “centros”- de economías autosuficientes, desarrolladas, y economías dependientes (vulnerables) en las periferias.
Hacia mediados del siglo XIX, la “lógica” de acumulación del capital se traduce en la conformación de trusts, carteles, monopolios que se apropian de porciones cada vez mayores del planeta.

En Argentina, la elite terrateniente que había completado su conformación como clase fundamental definió, a partir de 1880 un “perfil” de país: el modelo agro-exportador.
Este modelo se caracterizó por la extrema vulnerabilidad que suponía una economía “abierta” y su dependencia del impulso de la demanda externa, por un lado, y por el excesivo privilegio otorgado al capital extranjero por otro.

La tierra, principal factor de la producción, fue la fuente de status, prestigio y poder de la clase dirigente. A diferencia de otros casos latinoamericanos (economías de enclave, por ejemplo), la burguesía pampeana mantuvo en sus manos el control del principal factor de la producción, -la tierra-, lo que le permitió una importante base propia de acumulación del capital. (Recientemente, en el parlamento se debatió acerca de poner límites a la extranjerización de la tierra. Esto es así porque en los 90, en un contexto signado por la lógica del mercado, el estado argentino permitió la compra ilimitada de tierras por parte de extranjeros sin resguardar principios estratégicos)

El avance de la frontera se había hecho a expensas de las poblaciones indígenas (hasta aquí se reconoce la similitud con los EEUU) y terminó consolidando la gran propiedad terrateniente (latifundio), a diferencia del país del norte en el que accedieron a la tierra pequeños y medianos propietarios (farmers). En este sentido, y como lo adelantamos en el artículo sobre la formación del Estado en Argentina, tenemos que resaltar el rol del ejército nacional en la “solución” del problema del indio. Algunos autores (Ansaldi), al explicar la conformación de la gran propiedad en Argentina, señalan un proceso de “autoadjudicación” de tierras por parte de la burguesía terrateniente a través del Estado al cual controlaban.

El capital extranjero gozó de privilegios excesivos (concesiones, otorgamiento de tierras al costado del ferrocarril, entre otros) y fue un verdadero factor de presión y poder. Su destino: crear la infraestructura básica que garantizara el funcionamiento de la economía exportadora. Dos rubros de inversión sobresalen: los ferrocarriles (con un sistema radial para acercar zonas productoras al puerto de exportación, no para integrar el territorio) y los frigoríficos (que incrementaron las exigencias de calidad y refinamiento en la cría de ganado y profundizaron la división del trabajo dentro de la burguesía ganadera: criadores e invernadores, éstos últimos dedicados al engorde del ganado por contar con las mejores tierras en la pampa húmeda.)
El capital extranjero radicado en el país generaba intereses y utilidades que absorbían el ingreso nacional y se remitían al exterior en concepto de servicios de ese capital (deuda externa). Algunos autores señalan la  “bidireccionalidad” del capital: una parte de la renta agraria –cuantiosa, por otra parte- quedaba como retribución para la burguesía terrateniente y se acumulaba en el país, y otra parte se remitía al exterior en concepto de pago de deuda y se acumulaba en las metrópolis.

La mano de obra inmigrante proveniente de Europa tornó más compleja la sociedad argentina. El sistema de tenencia de la tierra y la negativa de la “oligarquía” a fragmentar la tierra hizo que los inmigrantes se radicaran en las ciudades concretando un proceso de urbanización temprana sin desarrollo industrial. De allí la emergencia del incipiente proletariado urbano y de sus tendencias ideológicas. 

Además de los inmigrantes, sus hijos, ya nativos, conformarán el heterogéneo sector de las clases medias/estratos medios urbanos que hallarán su expresión política en la UCR.
Producto de la expansión del estado y sus actividades, los sectores medios demandarán participación política sin cuestionar la orientación económica de la Argentina. La elite oligárquica controla la capacidad de movilidad social de la clase media argentina, ampliando o contrayendo el gasto público.

 Los casi cincuenta años (1880-1930) de la “Argentina como el granero del mundo” pueden dividirse en dos sub-etapas definidas por los cambios en el sistema de participación y representación política:


1880-1916: Estado oligárquico. Generación del 80

1916-1930: Estado populista liberal. Democracia ampliada. Gobiernos radicales



-       1880-1916 A este momento le corresponde un Estado oligárquico –represivo, (tipología de Hugo del Campo) porque es oligárquico el modo de ejercer la dominación, y porque fue la represión la forma de vinculación con los sectores subordinados, fundamentalmente trabajadores provenientes del extranjero.

-       Detengámonos en este punto para hacer referencia a los actores sociales y sus organizaciones. De alguna manera, en estos años, las ideologías obreras en nuestro país fueron una “reproducción” de sus correspondientes europeas.

-       La corriente predominante en el movimiento obrero y sindical en esta etapa.fue el anarquismo.  La base social del anarquismo se encontraba en talleres artesanales y en pequeñas industrias donde abundaban obreros con oficios más o menos calificados. Los anarquistas se dedicaron activamente a la tarea de organizar los sindicatos.
-       Su metodología: la acción directa y colectiva, la huelga general, el sabotaje.
-       Una característica importante de la corriente anarquista es su “antipoliticismo”, su no vinculación a los partidos políticos (que tienen por objetivo la disputa por el poder). Recuerden que el anarquismo no se constituyó en partido. Otra característica es su marcado “internacionalismo”, porque “las fronteras separan a los pueblos” La acción anarquista condujo a la organización de centrales obreras: la Federación Obrera Argentina (FOA) en 1901, luego FORA (federación Obrera Regional Argentina).
-       Por qué fue el anarquismo la corriente preponderante en esta etapa: los inmigrantes llegados a la Argentina vieron frustradas sus aspiraciones de movilidad social ascendente (promesas pregonadas en Europa) en una sociedad que, además, los discriminaba y reprimía y en la que estaban marginados de la política dado que carecían del derecho al voto mientras no se nacionalizaran. La acción directa era el único recurso con el que contaban para “derribar a la burguesía” que los explotaba. A los obreros nativos tampoco se les garantizaban los derechos políticos plenos, porque la práctica sistemática del fraude los excluía de la participación política. Por lo tanto, el anarquismo –en tanto dedicado a la acción directa- contó también con la simpatía de no pocos trabajadores nativos.
-       Respecto del Estado, lo concebían como un órgano de dominación burguesa sobre la clase trabajadora, y por lo tanto, debía ser suprimido. Esta concepción influyó, de alguna manera, en la imposibilidad de lograr la unidad del movimiento obrero en una central que incluyera también a la segunda corriente de importancia, al Partido Socialista, fundado en 1894/95 por Juan B. Justo, de postura más legalista, que impulsaba una acción más moderada y la vía parlamentaria para expresar las demandas de la clase obrera: reducción de la jornada de trabajo, aumentos salariales, mejorar las condiciones de trabajo, etc. Es decir, anarquistas y socialistas coinciden, a grandes rasgos, en sus objetivos, pero no comparten la metodología para llevarlos a cabo.
-       La relación de altísima conflictividad entre los anarquistas y el Estado oligárquico se tradujo en jornadas sangrientas en la historia del movimiento obrero argentino.
-       La Ley de Residencia (1902) y la Ley de Defensa Social (1910) fueron sancionadas por de la elite gobernante para frenar la expansión del anarquismo.

La Ley de Residencia expulsaba a los hombres del país dejando aquí a sus mujeres e hijos y buscaba, de esta manera, disciplinar a los trabajadores, desactivar la protesta obrera. También había patotas de “niños bien” que destrozaban, por ejemplo, las instalaciones del Partido Socialista, sus comités, asaltaban el periódico anarquista La Protesta y salían armados a la caza de obreros.
La respuesta del anarquismo fue sabotear los festejos del centenario (1910) y la del gobierno, la violencia: el centenario se “celebró” con Estado de sitio y tres mil trabajadores –anarquistas y supuestos anarquistas- terminaron presos. Muchos marcharon luego al exilio.

La deportación de activistas anarquistas, la persecución y violencia del Estado, la represión sangrienta en manifestaciones y huelgas y la sanción de la Ley Sáenz Peña que estableció el voto universal, secreto y obligatorio, explican la decadencia del anarquismo como corriente mayoritaria y su retroceso dentro del movimiento obrero.

En este punto haremos un paréntesis para referirnos, precisamente, al término oligarquía. El término aparece en la literatura como clase social, generalmente terrateniente, como alianza de clases dominantes, como polo (el peronismo hablará de la antinomia pueblo/oligarquía).
Oligarquía refiere, más precisamente, a una forma de ejercicio de la dominación, caracterizada por su concentración y su angosta base social. Puede ser ejercida por clases, fracciones o grupos sociales. Define, además, un tipo de régimen o de Estado, en el cual, por ejemplo, el reclutamiento para las funciones de gobierno está basado en el linaje, en el apellido, en la tradición, en lazos de familia. Otra característica determinante de este régimen fue la exclusión de los disidentes, los límites al sufragio, el clientelismo y un sesgo fuertemente autoritario. El fraude y la exclusión política de las masas se relaciona con una autopercepción positiva de los integrantes de esta elite: son los naturalmente elegidos para ejercer el gobierno.

En Argentina cuando para esta etapa hablamos de oligarquía y hacemos referencia a la forma de ejercicio del poder, nos referimos a  la gran burguesía agraria, que concentró poder económico y poder político hasta 1916 y que se organizó en la SRA (Sociedad Rural Argentina) como institución defensora de sus intereses. A modo de ejemplo: el apellido Martínez de Hoz aparece entre las familias patricias fundadoras de la SRA.

El cuestionamiento a la hegemonía oligárquica por parte del accionar anarquista, por un lado, y la estrategia del radicalismo que combinaba la revolución armada con la abstención electoral frente a un sistema político viciado y fraudulento por otro, se vinculan con la crisis de legitimidad del régimen oligárquico. Un sector de la propia elite propicia abrir el sistema político a aquellos sectores que no cuestionan la orientación económica de la Argentina (UCR) para aislar al anarquismo y evitar, además, la persistencia del radicalismo en las revoluciones armadas.
La Ley Sáenz Peña significó una “solución” a la crisis de hegemonía de la elite dirigente.



-       El segundo momento, de 1916 a 1930 corresponde a los gobiernos radicales (UCR). El tipo de Estado fue populista liberal (Del Campo). Liberal porque el radicalismo mantuvo la orientación económica de la Argentina exportadora. Populista por el nuevo rol que le imprimió sobre todo Yrigoyen al vínculo con los sectores populares.
-       Respecto del partido, tengan en cuenta que la UCR, conducida por Hipólito Yrigoyen luego del suicidio de Alem, será un partido de alcance nacional. Se producirá en estos años una clara polarización política: la elite gobernante, por un lado, y los sectores que adhieren al radicalismo por otro.
-       La tercera corriente ideológica dentro del movimiento obrero argentino fue el sindicalismo (sindicalismo revolucionario, sindicalismo puro): “los sindicatos y no el partido político son el arma principal de la lucha proletaria”.
-       La corriente sindicalista representaba el término medio entre el anarquismo y el socialismo; era más pragmática que el socialismo y menos extremista, aunque tan gremialista como el anarquismo. La corriente sindicalista revolucionaria capitaliza la decadencia del anarquismo.
-       La relación entre el gobierno radical y el movimiento obrero será muy conflictiva y se traducirá en sucesos trágicos para la historia de los trabajadores en Argentina. A poco de asumir, el presidente radical inicia una estrategia de cooptación hacia los obreros, especialmente aquellos que habían votado al socialismo. El gobierno intervendrá en algunos conflictos obreros mediando a favor de los trabajadores. Pero cuando la protesta afecta el normal funcionamiento del modelo agroexportador –que el radicalismo no modifica-, el Estado reprime, asemejándose, de alguna manera, a los “modos” del Estado oligárquico.
-       La semana trágica de enero de 1919 es un ejemplo de la represión estatal a la protesta obrera que afectaba los intereses del capital inglés invertido en la empresa metalúrgica Vasena. Su resolución violenta comenzará a enajenar las simpatías de algunos sectores trabajadores hacia el caudillo radical.
-       Los fusilamientos masivos en la Patagonia rematan la decadencia anarquista y aceleran el distanciamiento entre el radicalismo y los obreros.

A modo de reflexión:
El retorno al Estado de derecho en 1983, luego de la dictadura militar, instaló un debate en las ciencias sociales acerca del terrorismo de Estado y la debilidad de la democracia argentina, teniendo en cuenta los golpes militares/cívico-militares que sistemáticamente interrumpieron los gobiernos civiles desde el 6 de setiembre de 1930 (1930 Yrigoyen; el 4 de junio de 1943 otro golpe concluye con la continuidad fraudulenta de la década del 30; en septiembre de 1955 es derrocado Perón; en 1962 Arturo Frondizi, en 1966 Arturo Illía y en 1976 Isabel M. de Perón.). Las ciencias sociales tuvieron en cuenta la pregunta que se hacían los ciudadanos: “Cuáles eran las causas de la debilidad estructural de la democracia argentina”. El historiador Waldo Ansaldi cree encontrar una posible respuesta en el período 1880-1930. En primer lugar, Ansaldi sostiene que la burguesía terrateniente que controla el Estado entre 1880-1916 no se organizó en un partido político (mediador entre la sociedad política y la sociedad civil en un sistema democrático). No porque no pudiera o no supiera, sino porque no quiso. La “oligarquía” no necesitó contar con un partido que expresara sus intereses. Se apropió del Estado, lo “capturó”, se sirvió de él. La ausencia de un partido político, canal de expresión de “las derechas”, que le permitiera competir electoralmente fue, de hecho, una constante en Argentina. En la segunda mitad del siglo XX, la burguesía concentrada recurrió a las FFAA, una especie de “partido” militar.

Respecto del período 1916-1930, Ansaldi señala la recurrente utilización del ejército por parte del radicalismo para resolver el conflicto obrero. Recuerden que es el ejército nacional, al mando del Cnel. Varela quien acaba con la protesta de los peones rurales en Santa Cruz con el saldo de aproximadamente dos mil peones rurales fusilados. (Para este tema deben ver la película La Patagonia Rebelde)
El ejército, (por ende las FFAA), comienza a considerarse árbitro de la continuidad del gobierno civil. Además, Ansaldi señala la cesura entre la clase obrera y los sectores medios: el radicalismo priorizó la democratización política, mientras que los trabajadores exigían la justicia social. Según este autor, los sectores populares fueron incapaces de constituir un bloque social democrático capaz de enfrentar con éxito a la burguesía terrateniente. Este divorcio influyó, a largo plazo, en la debilidad estructural de la democracia argentina.

La extrema vulnerabilidad del modelo de economía primario exportadora se manifestará contundentemente a partir de las crisis cíclicas del sistema capitalista. La crisis del 29 provocará en nuestro país un cambio en el modelo de acumulación del capital. Comenzaremos a hablar de sustitución de importaciones industriales.


1929: Crisis mundial del capitalismo. Cambio de paradigma
1930-1943 Restauración conservadora (ESTADO OLIGÁRQUICO-INTERVENCIONISTA)
El derrumbe de la bolsa de valores en New York en octubre de 1929 no fue la causa sino la manifestación de una crisis que afectaba al sistema capitalista y que terminó universalizándose. La crisis provocó la drástica contracción del comercio internacional y de la demanda hacia las periferias. En una nueva etapa caracterizada por el intervencionismo estatal y el proteccionismo, los países centrales abandonaron el libre comercio y conformaron “bloques” para defender sus economías, a la par que iniciaron un proceso de sustitución de importaciones agropecuarias (que hasta ese momento provenían de la periferia), favoreciendo a sus productores locales para bajar las altas tasas de desocupación. Las economías periféricas tambalearon dejando al desnudo la vulnerabilidad y dependencia propias de las economías “abiertas”.

En Argentina, los dos factores que habían impulsado el crecimiento económico –la expansión de la demanda externa de alimentos y la incorporación de nuevas tierras- se detuvieron. Las dificultades para colocar los productos exportables en el mercado europeo provocaron el colapso del modelo de crecimiento hacia fuera. La escasez de divisas, consecuencia de la retracción de la demanda internacional y el deterioro en los términos del intercambio para los productos locales, afectó la capacidad de compra de nuestro país. Si bien existía en el país una actividad industrial incipiente, en los ’30 se definió un proceso de “industrialización por sustitución de importaciones” (ISI), esto es: producir localmente lo que no puede importarse por falta de divisas.
Según Ferrer, a partir de la crisis del 30 podemos hablar, en Argentina, de “economía industrial no integrada”. Industrial, porque es una economía diversificada, manufacturera. No integrada, porque elabora bienes de uso final y depende de la importación de maquinaria, equipos, y combustibles importados. Es decir, ahora depende de la capacidad y volumen de las exportaciones.
Sin embargo, según este economista, la ISI no es un proceso estático que reemplaza meramente productos anteriormente importados, sino que abarca dinámicamente la satisfacción de la cambiante y cada vez mayor demanda que se va creando como consecuencia del desarrollo. Por ejemplo, demanda más energía, más comunicaciones, más transporte. Además, la urbanización provoca, entre otras cosas, la necesidad de nuevas viviendas y de obras sanitarias, centros de salud, educación. Por eso, dice Ferrer, es correcto identificar industrialización con desarrollo.

Introduzcamos la variable política para ver quiénes alentaron o permitieron la industrialización durante los años 30. Recuerden que Yrigoyen fue derrocado por José Félix Uriburu, el 6 de septiembre.
Comenzó entonces lo que algunos autores denominan  la “década infame”. Los instrumentos que permitieron la continuidad en el poder de la Concordancia (alianza entre conservadores, radicales antipersonalistas y socialistas independientes) fueron el fraude, en todas sus formas, para impedir la vuelta del radicalismo, y la violencia política, (a modo de ejemplo, con la creación de la Sección especial de la Policía Federal y la invención de la picana eléctrica aplicada, obviamente, sobre los sectores populares y sus dirigentes. Y como caso extremo: en 1931 Uriburu ordena el fusilamiento de dos jóvenes anarquistas, Severino Di Giovanni y Paulino Scarfó). Nuestro país retrocede nuevamente a una “democracia” fraudulenta, restrictiva. Por eso, es lícito hablar de una profunda crisis de participación y de representación política en todos estos años hasta el surgimiento del peronismo.

El golpe del 30 puede interpretarse como la necesidad de la clase dominante de controlar la superestructura jurídico-política en tiempos de crisis. Y fueron precisamente los conservadores (burguesía terrateniente ganadera/invernadores) los que incorporaron a la fracción industrial de la burguesía en una alianza “horizontal” (entre fracciones de una misma clase) para favorecer la industrialización, no como decisión autónoma, sino como una necesidad de los tiempos, como respuesta a la crisis.
En esta alianza, la fracción industrial de la burguesía no disputó el control hegemónico en manos de la fracción terrateniente ganadera de la burguesía, más específicamente, el sector de los invernadotes. En función de estos intereses (invernadores y sus socios los frigoríficos anglo norteamericanos) se firma en 1933 el Pacto Roca-Runciman, para garantizar a esta fracción la exportación al mercado inglés de una cuota de carne. El otro sector de la burguesía ganadera –los criadores de ganado del interior- se ven seriamente afectados. Su voz llegará al recinto del senado en la palabra de Lisandro de la Torre y su investigación sobre las carnes. Sus denuncias son acalladas con el asesinato de su amigo, el senador electo Enzo Bordabehere. La violencia irrumpió en el senado de la nación y acabó con el famoso debate sobre las carnes, en el cual De la Torre denunciaba la connivencia entre el gobierno y los frigoríficos extranjeros en detrimento de los productores locales y proponía como solución terminar con los monopolios.
(Película recomendada: Asesinato en el Senado de la Nación)

Con respecto a las transformaciones sociales, a partir de mediados de la década, se producen migraciones desde las zonas del interior hacia las ciudades. Estos trabajadores nativos que llegan a las ciudades atraídos por la industria se funden con los trabajadores “viejos”, extranjeros. Ambos (obreros “nuevos” y obreros “viejos”) serán sometidos a un fuerte proceso de explotación capitalista sin distribución del ingreso, que fusionó a la clase obrera. En la década del 30, por lo tanto, se observa el crecimiento y concentración de la clase obrera, uno de los pre-requisitos para el surgimiento del peronismo. Crecen también las demandas del movimiento obrero que se estrellan contra la política de un Estado que ha vuelto a ser represivo para con los sectores subalternos. Un hecho significativo de la década fue la conformación de la CGT (Confederación General del Trabajo), con las tendencias moderadas del movimiento sindical. Otro dato significativo fue el avance de los partidos obreros (PS y PC) en algunos sindicatos. Sin embargo, la mayoría de las huelgas del proletariado no se coronan con el éxito. Por lo tanto, se acumulan en estos años un conjunto de demandas obreras que recién tendrán eco en el siguiente período, en el cual se entablará una nueva relación entre el Estado y la sociedad.  


1943-46 Gobierno de la Revolución del 4 de junio de 1943
Surgimiento del peronismo
La década del 30 se cierra con un nuevo golpe de Estado, el 4 de junio de 1943, organizado por el GOU (Grupo de Oficiales Unidos/Grupo Obra Unificación,) para impedir –entre otras cosas- la continuidad de la política fraudulenta. De este proceso –complejo, controversial, confuso, ideológicamente heterogéneo- surge el Cnel Perón, un militar nacionalista, integrante del GOU.
Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, Perón despliega una vastísima legislación laboral y social. Perón  completa y profundiza –y hace que se cumplan con fuerza de ley- algunas propuestas que el PS había elaborado durante la década del 30 sin lograr imponerlas en el parlamento.  Desde ese rol, además, alienta la extensión de la sindicalización para favorecer la organización de la clase obrera y evitar su atomización y por lo tanto, su debilidad. Es desde ese lugar, desde el cual Perón entabla un vínculo con los sindicatos para poder llevar adelante su proyecto polítco, vínculo que demostrará su perdurabilidad en el tiempo.
Comienza entonces un proceso de identificación de los obreros argentinos con el movimiento que está naciendo: el peronismo.
La política de distribución del ingreso a favor de los asalariados, el reconocimiento e institucionalización de los sindicatos como órganos de defensa de los trabajadores, los tribunales del trabajo, las negociaciones colectivas, afianzaron el vínculo de los obreros con Perón a la par que provocaron el rechazo de los sectores propietarios, los que promediando 1945 presionan al gobierno de Farrel para separar a Perón de los cargos que desempeña.
El 17 de octubre de 1945 fue el hito fundacional del peronismo. Para algunos, demostró su carácter herético y fue fruto del espontaneísmo revolucionario de las masas. (Daniel James) Para otros, las estructuras sindicales tuvieron que ver en su organización (Torre). Lo cierto es que sin esperar los tiempos de la dirigencia, los trabajadores ganaron las calles hacia el corazón político de la ciudad, hacia la Plaza de Mayo, exigiendo la liberación del coronel Perón. A partir de ese momento, un partido obrero y sindical, el Partido Laborista (PL) trabajaría por la candidatura de Perón para las elecciones de febrero de 1946.

La polarización política de la Argentina se hizo evidente: por un lado, los trabajadores votarían a Perón. En frente, la Unión Democrática (UD) que nucleaba a los partidos de todo el espectro político, de izquierda a derecha (PC, PS, UCR, conservadores), a las organizaciones patronales (SRA, UIA), la prensa, la universidad y el embajador norteamericano Spruille Braden, bendiciendo así la conformación de un frente democrático que luchaba contra el “nazi-fascismo” que suponían encarnaba en la figura de Perón. La participación de los “partidos obreros” en la UD terminó por cortar los débiles lazos que los habían unido a  los sindicatos durante los años 30.
Según Daniel James, la era peronista borró las anteriores lealtades políticas que existían en las filas obreras implantando nuevas, dejando como legado una fuerte cohesión política.
La victoria de Perón en las elecciones cerró la etapa abierta con el golpe del 4 de junio de 1943. (El capítulo de J.C. Torre completa suficientemente la información).
Según Hugo del Campo, la adhesión de los trabajadores al peronismo no significó un “desvío ideológico” (como plantearon los “partidos obreros”), sino que expresó el grado de conciencia real, no ideal, de la clase obrera argentina en ese momento.


1946-1955 MODELO JUSTICIALISTA – ESTADO DE BIENESTAR
El peronismo fue producto de una alianza de clases “vertical”, que incluyó fracciones de clases propietarias y no propietarias. Consolidó un modelo industrial mercado internista (estos aspectos están expresados en el capítulo de Susana Torrado), con fuerte intervención del Estado que propició la nacionalización del aparato productivo y la planificación económica. Incluyó política, social y económicamente a los sectores populares y garantizó la distribución progresiva del ingreso a favor de los asalariados. El Estado logró con éxito subordinar la economía a la política.

En el texto de Quiroga se afirma que en esta etapa, la burguesía industrial se “apoderó” del Estado. Me gustaría plantear una mirada diferente en este punto: si la burguesía industrial –pequeña y mediana- hubiese sido la fracción de clase hegemónica dentro de la alianza, no se explica entonces por qué un sector no desestimable de ella formó parte del abanico opositor que complotó contra Perón en 1955. Por su parte, los trabajadores fueron predominantes dentro del bloque de poder, pero no lograron imponer su hegemonía tampoco. Hubo, sí, una disputa hegemónica entre la burguesía industrial y los asalariados, disputa que no logró resolverse antes del golpe de Estado en 1955.

Los aspectos económicos y políticos de esta etapa pueden tomarlos tanto del texto de Torre como de Torrado y Quiroga. Lo que me interesa marcar en esta clase es un problema: la polarización social que significó la irrupción del peronismo en la escena nacional. Peronismo y antiperonismo se nutrieron conflictivamente. La identidad política se definió por la negación del otro. (Los discursos de Evita, sobre todo, señalaban la antinomia “Pueblo u oligarquía”,). Si bien los beneficios de la expansión económica alcanzaron tanto a obreros, asalariados en general y estratos medios, un sector de la clase media no logró “procesar” el ascenso socioeconómico de los trabajadores, la dilución de la “línea” que la separaba de ellos. Algunos visos autoritarios del gobierno, relacionados con el estilo de conducción confrontativo de Perón, reforzaron ese rechazo.
 Esa cesura entre la clase media y los trabajadores se manifestó no sólo como diferencias de clase, sino también como un  conflicto cultural, como una reedición de la antinomia “civilización o barbarie”.
Para las capas superiores de la burguesía (tanto agraria como industrial) el peronismo fue el “fenómeno maldito del país burgués”, como lo calificó con claridad John W. Cooke, que sería uno de los “fundadores” de la tendencia revolucionaria del peronismo, luego del derrocamiento en 1955, cuando estas antinomias se desplegarán con toda la fuerza.
Porque, a pesar de un discurso que propiciaba la conciliación más que la lucha de clases –especialmente Perón (lean los documentos de la guía)-, el peronismo significó una importante transformación material, en la calidad de vida y en las representaciones de los trabajadores argentinos (la dignidad es una de las ideas-fuerza dentro de la autopercepción de la clase obrera).

El peronismo, entonces, no representó solamente una solución a las necesidades materiales de los trabajadores (justicia social). Fue un movimiento representativo de un cambio decisivo en la conducta y en las lealtades políticas de la clase trabajadora que fue integrada económica, social y políticamente.

En el texto de Torre ustedes pueden encontrar las diversas políticas públicas que significaron la democratización del bienestar, tanto su expansión como sus límites.

Respecto del sindicalismo, en estos años se produce una gradual subordinación del movimiento sindical al Estado. Los trabajos de M. Murmis y Juan C. Portantiero subrayan que esta pérdida de autonomía no fue total. Así puede explicarse el rol central que asumieron los sindicatos y una nueva camada de dirigentes quienes, con Perón en el exilio, recuperaron su autonomía y organizaron las acciones de “resistencia” luego del derrocamiento, la mayoría de las veces desde la clandestinidad.

Voy a adelantar algunas cuestiones que serán profundizadas en el trabajo de Marcelo Cavarozzi. (luego del primer parcial)
Hacia 1955 se encuentra ya maduro el abanico de sectores opositores que -más o menos directamente- complotarán contra Perón. Un antecedente del golpe que termina derrocando a Perón en septiembre de 1955 lo encontramos en junio de ese año: la aviación naval arroja sobre la Plaza de Mayo casi 10 toneladas de bombas sobre la población civil, con el objetivo de asesinar al “tirano”. El saldo: 300 civiles muertos. Con el bombardeo a Plaza de Mayo, la violencia política ganaba el escenario nuevamente.
La polarización social se hace evidente: por un lado, la mayoría de los trabajadores y sus estructuras sindicales mantuvieron su adhesión a Perón.
Por el otro, se alinearon la gran burguesía industrial y agropecuaria y los monopolios exportadores (estos últimos contrarios a la política de distribución de recursos a través del IAPI); los partidos opositores (radicales, socialistas y comunistas); la prensa (que había sido afectada por la censura), la universidad; la iglesia y un sector de la clase media católica (el peronismo había sancionado la ley del divorcio vincular) y las fuerzas armadas. Estas últimas (FFAA), como institución, continuaron expresando los intereses básicos del bloque dominante –como lo habían hecho en el ’30- y acordaron con él en la necesidad de reemplazar al gobierno peronista por otro funcional a la nueva fase de desarrollo capitalista.

Los EEUU celebraron el recambio superestructural en la Argentina. Porque, si bien el anticapitalismo del peronismo no pasó de ser  “verbal” (Julio Godio), la política exterior de la Argentina se encuadraba en la “tercera Posición”, y le impedía a EEUU conformar un sólido bloque anticomunista en América. Además, el veto de los propios diputados peronistas al contrato con la California Standard Oil revelaba los profundos compromisos del Estado para con los sectores subordinados. El peronismo no era confiable para facilitar la nueva etapa del capitalismo conducida por las empresas transnacionales.


Por razones diversas, complejas, que no podríamos sintetizar en el marco de esta clase, la autodenominada “revolución Libertadora” (porque liberaba al pueblo argentino del “tirano” y recuperaba las libertades cercenadas por la “tiranía”) logró triunfar en setiembre de 1955.