INTRODUCCIÓN AL
CONOCIMIENTO DE LA SOCIEDAD Y EL ESTADO
CÁTEDRA ELINA MECLE
SEGUNDO CUATRIMESTRE DE
2012
Síntesis teórico I
Prof. Liliana Garulli
Contenido: Modelos de
Estado/modelos de acumulación/relación Estado-sociedad desde la consolidación
del Estado nacional hasta el derrocamiento del peronismo.
(1880-1955).
Comencemos
con el desarrollo a partir del momento en que se cierra el proceso de formación
del estado, en 1880.
1880-1930: ESTADO LIBERAL –
MODELO AGROEXPORTADOR (Otras denominaciones: Economía
primario-exportadora/etapa de crecimiento hacia fuera en función de la
integración con el mercado externo)
Contexto internacional:
Siguiendo
un texto clásico de O. Sunkel y P. Paz, tenemos que tener en cuenta que la
división del mundo en un pequeño número de países que abarcan una pequeña parte
de la población mundial pero con un elevado nivel de vida por un lado; y una
mayoría de países con condiciones de vida precarias por otro, es un fenómeno
relativamente reciente en la historia de la humanidad. Porque hacia 1750 las
diversas regiones del mundo no se caracterizaban por diferencias fundamentales
respecto de sus condiciones de vida. Hasta mediados del siglo XVIII, el poder
de los países dependía de los factores tangibles (territorio, población,
recursos naturales).
Según
el economista Aldo Ferrer, La Revolución Industrial (RI) generó una fuente
de poder intangible: la ciencia, la tecnología y sus aplicaciones a la
producción.
La
RI fue una revolución productiva, porque transformó la capacidad de producción
y acumulación de la humanidad. Fue revolución y no mero avance tecnológico. Fue
también una revolución social, que se manifestó en transformaciones
institucionales, políticas, sociales y económicas (aplicación de nuevas fuentes
de energía a tareas productivas, creación de nuevos tipos de bienes de
capital). A mediados del siglo XVIII se
terminó consolidando, entonces, un nuevo modo de producción, el capitalismo,
(que había comenzado a manifestarse con la crisis del feudalismo a fines de la
Edad Media), se modificó la forma de organizar el trabajo, se generalizó la
utilización de un insumo básico, se transformaron las formas de vida, la
familia, la vida cotidiana. Inglaterra se constituyó en la primera potencia
mundial y a partir de allí comenzaría a disputar su predominio en Europa y en
el mundo. Del colonialismo, al imperialismo y al “reparto” del globo para
colocar su producción y capital excedente y proveerse de materias primas,
minerales y alimentos.
La
RI involucró progresivamente a América latina aprovechando sus recursos
naturales y humanos. Los países latinoamericanos fueron respondiendo a la
demanda externa a partir de su inserción en la división internacional del
trabajo. El paradigma liberal aportó la justificación “científica”: la
teoría de las ventajas comparativas y competitivas de David Ricardo. La relación
centro/ periferia significó la consolidación –en los “centros”- de
economías autosuficientes, desarrolladas, y economías dependientes
(vulnerables) en las periferias.
Hacia
mediados del siglo XIX, la “lógica” de acumulación del capital se traduce en la
conformación de trusts, carteles, monopolios que se apropian de porciones cada
vez mayores del planeta.
En Argentina, la elite terrateniente que había
completado su conformación como clase fundamental definió, a partir de 1880 un
“perfil” de país: el modelo agro-exportador.
Este
modelo se caracterizó por la extrema vulnerabilidad que suponía una
economía “abierta” y su dependencia del impulso de la demanda externa, por un
lado, y por el excesivo privilegio otorgado al capital extranjero por
otro.
La tierra, principal factor de la producción,
fue la fuente de status, prestigio y poder de la clase dirigente. A diferencia
de otros casos latinoamericanos (economías de enclave, por ejemplo), la
burguesía pampeana mantuvo en sus manos el control del principal factor de la
producción, -la tierra-, lo que le permitió una importante base propia de
acumulación del capital. (Recientemente, en el parlamento se debatió acerca de
poner límites a la extranjerización de la tierra. Esto es así porque en los 90,
en un contexto signado por la lógica del mercado, el estado argentino permitió
la compra ilimitada de tierras por parte de extranjeros sin resguardar
principios estratégicos)
El
avance de la frontera se había hecho a expensas de las poblaciones indígenas
(hasta aquí se reconoce la similitud con los EEUU) y terminó consolidando la
gran propiedad terrateniente (latifundio), a diferencia del país del norte en
el que accedieron a la tierra pequeños y medianos propietarios (farmers). En
este sentido, y como lo adelantamos en el artículo sobre la formación del
Estado en Argentina, tenemos que resaltar el rol del ejército nacional en la
“solución” del problema del indio. Algunos autores (Ansaldi), al explicar la
conformación de la gran propiedad en Argentina, señalan un proceso de
“autoadjudicación” de tierras por parte de la burguesía terrateniente a través
del Estado al cual controlaban.
El
capital extranjero gozó de privilegios excesivos (concesiones,
otorgamiento de tierras al costado del ferrocarril, entre otros) y fue un
verdadero factor de presión y poder. Su destino: crear la infraestructura
básica que garantizara el funcionamiento de la economía exportadora. Dos rubros
de inversión sobresalen: los ferrocarriles (con un sistema radial para acercar
zonas productoras al puerto de exportación, no para integrar el territorio) y los
frigoríficos (que incrementaron las exigencias de calidad y refinamiento en la
cría de ganado y profundizaron la división del trabajo dentro de la burguesía
ganadera: criadores e invernadores, éstos últimos dedicados al engorde
del ganado por contar con las mejores tierras en la pampa húmeda.)
El
capital extranjero radicado en el país generaba intereses y utilidades que
absorbían el ingreso nacional y se remitían al exterior en concepto de
servicios de ese capital (deuda externa). Algunos autores señalan la “bidireccionalidad” del capital: una parte de
la renta agraria –cuantiosa, por otra parte- quedaba como retribución para la
burguesía terrateniente y se acumulaba en el país, y otra parte se remitía al
exterior en concepto de pago de deuda y se acumulaba en las metrópolis.
La mano de obra inmigrante proveniente de
Europa tornó más compleja la sociedad argentina. El sistema de tenencia de la
tierra y la negativa de la “oligarquía” a fragmentar la tierra hizo que los
inmigrantes se radicaran en las ciudades concretando un proceso de urbanización
temprana sin desarrollo industrial. De allí la emergencia del incipiente
proletariado urbano y de sus tendencias ideológicas.
Además
de los inmigrantes, sus hijos, ya nativos, conformarán el heterogéneo sector de
las clases medias/estratos medios
urbanos que hallarán su expresión política en la UCR.
Producto
de la expansión del estado y sus actividades, los sectores medios demandarán
participación política sin cuestionar la orientación económica de la Argentina.
La elite oligárquica controla la capacidad de movilidad social de la clase
media argentina, ampliando o contrayendo el gasto público.
Los casi cincuenta años (1880-1930) de la
“Argentina como el granero del mundo” pueden dividirse en dos sub-etapas definidas
por los cambios en el sistema de participación y representación política:
1880-1916: Estado
oligárquico. Generación del 80
1916-1930: Estado populista
liberal. Democracia ampliada. Gobiernos radicales
-
1880-1916 A este momento le corresponde un Estado oligárquico –represivo,
(tipología de Hugo del Campo) porque es oligárquico el modo de ejercer la
dominación, y porque fue la represión la forma de vinculación con los sectores
subordinados, fundamentalmente trabajadores provenientes del extranjero.
-
Detengámonos en este punto para
hacer referencia a los actores sociales
y sus organizaciones. De alguna manera, en estos años, las ideologías
obreras en nuestro país fueron una “reproducción” de sus correspondientes europeas.
-
La corriente predominante en el
movimiento obrero y sindical en esta etapa.fue el anarquismo. La base social del anarquismo se encontraba en
talleres artesanales y en pequeñas industrias donde abundaban obreros con
oficios más o menos calificados. Los anarquistas se dedicaron activamente a la
tarea de organizar los sindicatos.
-
Su metodología: la acción directa
y colectiva, la huelga general, el sabotaje.
-
Una característica importante de
la corriente anarquista es su “antipoliticismo”, su no vinculación a los
partidos políticos (que tienen por objetivo la disputa por el poder). Recuerden
que el anarquismo no se constituyó en partido. Otra característica es su
marcado “internacionalismo”, porque “las fronteras separan a los
pueblos” La acción anarquista condujo a la organización de centrales obreras:
la Federación Obrera Argentina (FOA) en 1901, luego FORA
(federación Obrera Regional Argentina).
-
Por qué fue el anarquismo la
corriente preponderante en esta etapa: los inmigrantes llegados a la Argentina
vieron frustradas sus aspiraciones de movilidad social ascendente (promesas
pregonadas en Europa) en una sociedad que, además, los discriminaba y reprimía
y en la que estaban marginados de la política dado que carecían del derecho al
voto mientras no se nacionalizaran. La acción directa era el único recurso con
el que contaban para “derribar a la burguesía” que los explotaba. A los obreros
nativos tampoco se les garantizaban los derechos políticos plenos, porque la
práctica sistemática del fraude los excluía de la participación política. Por
lo tanto, el anarquismo –en tanto dedicado a la acción directa- contó también
con la simpatía de no pocos trabajadores nativos.
-
Respecto del Estado, lo concebían
como un órgano de dominación burguesa sobre la clase trabajadora, y por lo
tanto, debía ser suprimido. Esta concepción influyó, de alguna manera, en la
imposibilidad de lograr la unidad del movimiento obrero en una central que
incluyera también a la segunda corriente de importancia, al Partido Socialista, fundado en 1894/95 por Juan B. Justo,
de postura más legalista, que impulsaba una acción más moderada y la vía
parlamentaria para expresar las demandas de la clase obrera: reducción de
la jornada de trabajo, aumentos salariales, mejorar las condiciones de trabajo,
etc. Es decir, anarquistas y socialistas coinciden, a grandes rasgos, en sus
objetivos, pero no comparten la metodología para llevarlos a cabo.
-
La relación de altísima
conflictividad entre los anarquistas y el Estado oligárquico se tradujo en
jornadas sangrientas en la historia del movimiento obrero argentino.
-
La Ley de Residencia (1902) y la
Ley de Defensa Social (1910) fueron sancionadas por de la elite gobernante para
frenar la expansión del anarquismo.
La
Ley de Residencia expulsaba a los hombres del país dejando aquí a sus mujeres e
hijos y buscaba, de esta manera, disciplinar a los trabajadores, desactivar la
protesta obrera. También había patotas de “niños bien” que destrozaban, por
ejemplo, las instalaciones del Partido Socialista, sus comités, asaltaban el
periódico anarquista La Protesta y
salían armados a la caza de obreros.
La
respuesta del anarquismo fue sabotear los festejos del centenario (1910) y la
del gobierno, la violencia: el centenario se “celebró” con Estado de sitio y
tres mil trabajadores –anarquistas y supuestos anarquistas- terminaron presos.
Muchos marcharon luego al exilio.
La
deportación de activistas anarquistas, la persecución y violencia del Estado,
la represión sangrienta en manifestaciones y huelgas y la sanción de la Ley
Sáenz Peña que estableció el voto universal, secreto y obligatorio, explican la
decadencia del anarquismo como corriente mayoritaria y su retroceso dentro del
movimiento obrero.
En
este punto haremos un paréntesis para referirnos, precisamente, al término oligarquía.
El término aparece en la literatura como clase social, generalmente
terrateniente, como alianza de clases dominantes, como polo (el peronismo
hablará de la antinomia pueblo/oligarquía).
Oligarquía
refiere, más precisamente, a una forma de ejercicio de la dominación,
caracterizada por su concentración y su angosta base social. Puede ser ejercida
por clases, fracciones o grupos sociales. Define, además, un tipo de régimen o
de Estado, en el cual, por ejemplo, el reclutamiento para las funciones de
gobierno está basado en el linaje, en el apellido, en la tradición, en lazos de
familia. Otra característica determinante de este régimen fue la exclusión de
los disidentes, los límites al sufragio, el clientelismo y un sesgo fuertemente
autoritario. El fraude y la exclusión política de las masas se relaciona con
una autopercepción positiva de los integrantes de esta elite: son los
naturalmente elegidos para ejercer el gobierno.
En
Argentina cuando para esta etapa hablamos de oligarquía y hacemos referencia a
la forma de ejercicio del poder, nos referimos a la gran burguesía agraria, que
concentró poder económico y poder político hasta 1916 y que se organizó en la
SRA (Sociedad Rural Argentina) como institución defensora de sus intereses. A
modo de ejemplo: el apellido Martínez de Hoz aparece entre las familias
patricias fundadoras de la SRA.
El
cuestionamiento a la hegemonía oligárquica por parte del accionar anarquista,
por un lado, y la estrategia del radicalismo que combinaba la revolución armada
con la abstención electoral frente a un sistema político viciado y fraudulento
por otro, se vinculan con la crisis de legitimidad del régimen oligárquico. Un
sector de la propia elite propicia abrir el sistema político a aquellos
sectores que no cuestionan la orientación económica de la Argentina (UCR) para
aislar al anarquismo y evitar, además, la persistencia del radicalismo en las
revoluciones armadas.
La
Ley Sáenz Peña significó una “solución” a la crisis de hegemonía de la elite
dirigente.
-
El segundo momento, de 1916 a 1930 corresponde a los gobiernos
radicales (UCR). El tipo de Estado fue
populista liberal (Del Campo). Liberal porque el radicalismo mantuvo la
orientación económica de la Argentina exportadora. Populista por el nuevo rol
que le imprimió sobre todo Yrigoyen al vínculo con los sectores populares.
-
Respecto del partido, tengan en
cuenta que la UCR, conducida por
Hipólito Yrigoyen luego del suicidio de Alem, será un partido de alcance nacional. Se producirá en estos años una clara polarización política: la elite
gobernante, por un lado, y los sectores que adhieren al radicalismo por otro.
-
La tercera corriente ideológica
dentro del movimiento obrero argentino fue el sindicalismo (sindicalismo
revolucionario, sindicalismo puro): “los sindicatos y no el partido político
son el arma principal de la lucha proletaria”.
-
La corriente sindicalista
representaba el término medio entre el anarquismo y el socialismo; era más
pragmática que el socialismo y menos extremista, aunque tan gremialista como el
anarquismo. La corriente sindicalista revolucionaria capitaliza la decadencia
del anarquismo.
-
La relación entre el gobierno
radical y el movimiento obrero será muy conflictiva y se traducirá en sucesos
trágicos para la historia de los trabajadores en Argentina. A poco de asumir,
el presidente radical inicia una estrategia de cooptación hacia los obreros,
especialmente aquellos que habían votado al socialismo. El gobierno intervendrá
en algunos conflictos obreros mediando a favor de los trabajadores. Pero cuando
la protesta afecta el normal funcionamiento del modelo agroexportador –que el
radicalismo no modifica-, el Estado reprime, asemejándose, de alguna manera, a
los “modos” del Estado oligárquico.
-
La semana trágica de enero de 1919
es un ejemplo de la represión estatal a la protesta obrera que afectaba los
intereses del capital inglés invertido en la empresa metalúrgica Vasena. Su
resolución violenta comenzará a enajenar las simpatías de algunos sectores trabajadores
hacia el caudillo radical.
-
Los fusilamientos masivos en la
Patagonia rematan la decadencia anarquista y aceleran el distanciamiento entre
el radicalismo y los obreros.
A modo de reflexión:
El
retorno al Estado de derecho en 1983, luego de la dictadura militar, instaló un
debate en las ciencias sociales acerca del terrorismo de Estado y la debilidad
de la democracia argentina, teniendo en cuenta los golpes
militares/cívico-militares que sistemáticamente interrumpieron los gobiernos
civiles desde el 6 de setiembre de 1930 (1930 Yrigoyen; el 4 de junio de 1943
otro golpe concluye con la continuidad fraudulenta de la década del 30; en
septiembre de 1955 es derrocado Perón; en 1962 Arturo Frondizi, en 1966 Arturo
Illía y en 1976 Isabel M. de Perón.). Las ciencias sociales tuvieron en cuenta
la pregunta que se hacían los ciudadanos: “Cuáles eran las causas de la debilidad
estructural de la democracia argentina”. El historiador Waldo Ansaldi
cree encontrar una posible respuesta en el período 1880-1930. En primer lugar,
Ansaldi sostiene que la burguesía terrateniente que controla el Estado entre
1880-1916 no se organizó en un partido político (mediador entre la sociedad
política y la sociedad civil en un sistema democrático). No porque no pudiera o
no supiera, sino porque no quiso. La “oligarquía” no necesitó contar con un
partido que expresara sus intereses. Se apropió del Estado, lo “capturó”, se
sirvió de él. La ausencia de un partido político, canal de expresión de “las
derechas”, que le permitiera competir electoralmente fue, de hecho, una
constante en Argentina. En la segunda mitad del siglo XX, la burguesía
concentrada recurrió a las FFAA, una especie de “partido” militar.
Respecto
del período 1916-1930, Ansaldi señala la recurrente utilización del ejército
por parte del radicalismo para resolver el conflicto obrero. Recuerden que es
el ejército nacional, al mando del Cnel. Varela quien acaba con la protesta de
los peones rurales en Santa Cruz con el saldo de aproximadamente dos mil peones
rurales fusilados. (Para este tema deben ver la película La Patagonia Rebelde)
El
ejército, (por ende las FFAA), comienza a considerarse árbitro de la
continuidad del gobierno civil. Además, Ansaldi señala la cesura entre la clase
obrera y los sectores medios: el radicalismo priorizó la democratización
política, mientras que los trabajadores exigían la justicia social. Según este
autor, los sectores populares fueron incapaces de constituir un bloque social
democrático capaz de enfrentar con éxito a la burguesía terrateniente. Este
divorcio influyó, a largo plazo, en la debilidad estructural de la democracia
argentina.
La
extrema vulnerabilidad del modelo de economía primario exportadora se
manifestará contundentemente a partir de las crisis cíclicas del sistema
capitalista. La crisis del 29 provocará en nuestro país un cambio en el modelo
de acumulación del capital. Comenzaremos a hablar de sustitución de
importaciones industriales.
1929: Crisis mundial del
capitalismo. Cambio de paradigma
1930-1943 Restauración
conservadora (ESTADO OLIGÁRQUICO-INTERVENCIONISTA)
El
derrumbe de la bolsa de valores en New York en octubre de 1929 no fue la causa
sino la manifestación de una crisis que afectaba al sistema capitalista y que
terminó universalizándose. La crisis provocó la drástica contracción del
comercio internacional y de la demanda hacia las periferias. En una nueva etapa
caracterizada por el intervencionismo estatal y el proteccionismo, los países
centrales abandonaron el libre comercio y conformaron “bloques” para defender
sus economías, a la par que iniciaron un proceso de sustitución de
importaciones agropecuarias (que hasta ese momento provenían de la periferia),
favoreciendo a sus productores locales para bajar las altas tasas de
desocupación. Las economías periféricas tambalearon dejando al desnudo la
vulnerabilidad y dependencia propias de las economías “abiertas”.
En Argentina, los dos factores que habían
impulsado el crecimiento económico –la expansión de la demanda externa de
alimentos y la incorporación de nuevas tierras- se detuvieron. Las dificultades
para colocar los productos exportables en el mercado europeo provocaron el
colapso del modelo de crecimiento hacia fuera. La escasez de divisas,
consecuencia de la retracción de la demanda internacional y el deterioro en los
términos del intercambio para los productos locales, afectó la capacidad de
compra de nuestro país. Si bien existía en el país una actividad industrial
incipiente, en los ’30 se definió un proceso de “industrialización por
sustitución de importaciones” (ISI), esto es: producir localmente lo que no
puede importarse por falta de divisas.
Según
Ferrer, a partir de la crisis del 30 podemos hablar, en Argentina, de “economía industrial no integrada”.
Industrial, porque es una economía diversificada, manufacturera. No
integrada, porque elabora bienes de uso final y depende de la importación
de maquinaria, equipos, y combustibles importados. Es decir, ahora depende de
la capacidad y volumen de las exportaciones.
Sin
embargo, según este economista, la ISI no es un proceso estático que reemplaza
meramente productos anteriormente importados, sino que abarca dinámicamente la
satisfacción de la cambiante y cada vez mayor demanda que se va creando como
consecuencia del desarrollo. Por ejemplo, demanda más energía, más
comunicaciones, más transporte. Además, la urbanización provoca, entre otras
cosas, la necesidad de nuevas viviendas y de obras sanitarias, centros de
salud, educación. Por eso, dice Ferrer, es correcto identificar
industrialización con desarrollo.
Introduzcamos
la variable política para ver
quiénes alentaron o permitieron la industrialización durante los años 30.
Recuerden que Yrigoyen fue derrocado por José Félix Uriburu, el 6 de
septiembre.
Comenzó
entonces lo que algunos autores denominan
la “década infame”. Los instrumentos que permitieron la continuidad en
el poder de la Concordancia (alianza entre conservadores, radicales
antipersonalistas y socialistas independientes) fueron el fraude, en todas sus formas, para impedir la vuelta del
radicalismo, y la violencia política,
(a modo de ejemplo, con la creación de la Sección especial de la Policía
Federal y la invención de la picana eléctrica aplicada, obviamente, sobre los
sectores populares y sus dirigentes. Y como caso extremo: en 1931 Uriburu
ordena el fusilamiento de dos jóvenes anarquistas, Severino Di Giovanni y
Paulino Scarfó). Nuestro país retrocede nuevamente a una “democracia” fraudulenta, restrictiva. Por eso, es lícito hablar de
una profunda crisis de participación y de representación política en
todos estos años hasta el surgimiento del peronismo.
El golpe del 30 puede interpretarse como la necesidad de la clase
dominante de controlar la superestructura jurídico-política en tiempos de
crisis. Y fueron precisamente los conservadores
(burguesía terrateniente ganadera/invernadores) los que incorporaron a la
fracción industrial de la burguesía en una alianza
“horizontal” (entre fracciones de una misma clase) para favorecer la
industrialización, no como decisión autónoma, sino como una necesidad de los
tiempos, como respuesta a la crisis.
En
esta alianza, la fracción industrial de la burguesía no disputó el control
hegemónico en manos de la fracción terrateniente ganadera de la burguesía, más
específicamente, el sector de los invernadotes. En función de estos intereses
(invernadores y sus socios los frigoríficos anglo norteamericanos) se firma en
1933 el Pacto Roca-Runciman, para
garantizar a esta fracción la exportación al mercado inglés de una cuota de
carne. El otro sector de la burguesía ganadera –los criadores de ganado del
interior- se ven seriamente afectados. Su voz llegará al recinto del senado en
la palabra de Lisandro de la Torre y su investigación sobre las carnes. Sus
denuncias son acalladas con el asesinato de su amigo, el senador electo Enzo
Bordabehere. La violencia irrumpió en el senado de la nación y acabó con el
famoso debate sobre las carnes, en el cual De la Torre denunciaba la
connivencia entre el gobierno y los frigoríficos extranjeros en detrimento de
los productores locales y proponía como solución terminar con los monopolios.
(Película
recomendada: Asesinato en el Senado de la Nación)
Con
respecto a las transformaciones sociales, a partir de mediados de la
década, se producen migraciones desde las zonas del interior hacia las
ciudades. Estos trabajadores nativos que llegan a las ciudades atraídos por la
industria se funden con los trabajadores “viejos”, extranjeros. Ambos (obreros
“nuevos” y obreros “viejos”) serán sometidos a un fuerte proceso de explotación
capitalista sin distribución del ingreso, que fusionó a la clase obrera. En la
década del 30, por lo tanto, se observa el crecimiento y concentración de la
clase obrera, uno de los pre-requisitos para el surgimiento del peronismo.
Crecen también las demandas del movimiento obrero que se estrellan contra la
política de un Estado que ha vuelto a ser represivo para con los sectores
subalternos. Un hecho significativo de la década fue la conformación de la CGT
(Confederación General del Trabajo), con las tendencias moderadas del
movimiento sindical. Otro dato significativo fue el avance de los partidos
obreros (PS y PC) en algunos sindicatos. Sin embargo, la mayoría de las
huelgas del proletariado no se coronan con el éxito. Por lo tanto, se acumulan
en estos años un conjunto de demandas obreras que recién tendrán eco en el
siguiente período, en el cual se entablará una nueva relación entre el Estado y
la sociedad.
1943-46 Gobierno de la
Revolución del 4 de junio de 1943
Surgimiento del peronismo
La
década del 30 se cierra con un nuevo golpe de Estado, el 4 de junio de 1943,
organizado por el GOU (Grupo de Oficiales Unidos/Grupo Obra Unificación,) para
impedir –entre otras cosas- la continuidad de la política fraudulenta. De este
proceso –complejo, controversial, confuso, ideológicamente heterogéneo- surge
el Cnel Perón, un militar nacionalista, integrante del GOU.
Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión,
Perón despliega una vastísima legislación laboral y social. Perón completa y profundiza –y hace que se cumplan
con fuerza de ley- algunas propuestas que el PS había elaborado durante la
década del 30 sin lograr imponerlas en el parlamento. Desde ese rol, además, alienta la extensión
de la sindicalización para favorecer la organización de la clase obrera y
evitar su atomización y por lo tanto, su debilidad. Es desde ese lugar, desde
el cual Perón entabla un vínculo con los sindicatos para poder llevar adelante
su proyecto polítco, vínculo que demostrará su perdurabilidad en el tiempo.
Comienza
entonces un proceso de identificación de los obreros argentinos con el
movimiento que está naciendo: el peronismo.
La
política de distribución del ingreso a favor de los asalariados, el
reconocimiento e institucionalización de los sindicatos como órganos de defensa
de los trabajadores, los tribunales del trabajo, las negociaciones colectivas,
afianzaron el vínculo de los obreros con Perón a la par que provocaron el
rechazo de los sectores propietarios, los que promediando 1945 presionan al
gobierno de Farrel para separar a Perón de los cargos que desempeña.
El
17 de octubre de 1945 fue el hito fundacional del peronismo. Para
algunos, demostró su carácter herético y fue fruto del espontaneísmo
revolucionario de las masas. (Daniel James) Para otros, las estructuras
sindicales tuvieron que ver en su organización (Torre). Lo cierto es que sin
esperar los tiempos de la dirigencia, los trabajadores ganaron las calles hacia
el corazón político de la ciudad, hacia la Plaza de Mayo, exigiendo la
liberación del coronel Perón. A partir de ese momento, un partido obrero y
sindical, el Partido Laborista (PL) trabajaría por la candidatura de Perón
para las elecciones de febrero de 1946.
La
polarización política de la Argentina se hizo evidente: por un lado, los
trabajadores votarían a Perón. En frente, la Unión Democrática (UD) que
nucleaba a los partidos de todo el espectro político, de izquierda a derecha
(PC, PS, UCR, conservadores), a las organizaciones patronales (SRA, UIA), la
prensa, la universidad y el embajador norteamericano Spruille Braden,
bendiciendo así la conformación de un frente democrático que luchaba contra el “nazi-fascismo” que suponían encarnaba
en la figura de Perón. La participación de los “partidos obreros” en la UD
terminó por cortar los débiles lazos que los habían unido a los sindicatos durante los años 30.
Según
Daniel James, la era peronista borró las anteriores lealtades políticas que
existían en las filas obreras implantando nuevas, dejando como legado una
fuerte cohesión política.
La
victoria de Perón en las elecciones cerró la etapa abierta con el golpe del 4
de junio de 1943. (El capítulo de J.C. Torre completa suficientemente la
información).
Según
Hugo del Campo, la adhesión de los trabajadores al peronismo no significó un
“desvío ideológico” (como plantearon los “partidos obreros”), sino que
expresó el grado de conciencia real, no ideal, de la clase obrera argentina en
ese momento.
1946-1955 MODELO
JUSTICIALISTA – ESTADO DE BIENESTAR
El
peronismo fue producto de una alianza de clases “vertical”, que incluyó
fracciones de clases propietarias y no propietarias. Consolidó un modelo
industrial mercado internista (estos aspectos están expresados en el capítulo
de Susana Torrado), con fuerte intervención del Estado que propició la
nacionalización del aparato productivo y la planificación económica. Incluyó
política, social y económicamente a los sectores populares y garantizó la distribución
progresiva del ingreso a favor de los asalariados. El Estado logró con
éxito subordinar la economía a la política.
En
el texto de Quiroga se afirma que en esta etapa, la burguesía industrial se “apoderó” del Estado. Me gustaría
plantear una mirada diferente en este punto: si la burguesía industrial
–pequeña y mediana- hubiese sido la fracción de clase hegemónica dentro de la
alianza, no se explica entonces por qué un sector no desestimable de ella formó
parte del abanico opositor que complotó contra Perón en 1955. Por su parte, los
trabajadores fueron predominantes dentro del bloque de poder, pero no lograron
imponer su hegemonía tampoco. Hubo, sí, una disputa hegemónica entre la
burguesía industrial y los asalariados, disputa que no logró resolverse
antes del golpe de Estado en 1955.
Los
aspectos económicos y políticos de esta etapa pueden tomarlos tanto del texto
de Torre como de Torrado y Quiroga. Lo que me interesa marcar en esta clase es
un problema: la polarización social que significó la irrupción del peronismo en
la escena nacional. Peronismo y antiperonismo se nutrieron conflictivamente. La
identidad política se definió por la negación del otro. (Los discursos de
Evita, sobre todo, señalaban la antinomia “Pueblo u oligarquía”,). Si bien los
beneficios de la expansión económica alcanzaron tanto a obreros, asalariados en
general y estratos medios, un sector de la clase media no logró “procesar” el
ascenso socioeconómico de los trabajadores, la dilución de la “línea” que la
separaba de ellos. Algunos visos autoritarios del gobierno, relacionados con el
estilo de conducción confrontativo de Perón, reforzaron ese rechazo.
Esa cesura entre la clase media y los
trabajadores se manifestó no sólo como diferencias de clase, sino también
como un conflicto cultural, como una
reedición de la antinomia “civilización o barbarie”.
Para
las capas superiores de la burguesía (tanto agraria como industrial) el
peronismo fue el “fenómeno maldito del país burgués”, como lo calificó con
claridad John W. Cooke, que sería uno de los “fundadores” de la tendencia
revolucionaria del peronismo, luego del derrocamiento en 1955, cuando estas
antinomias se desplegarán con toda la fuerza.
Porque,
a pesar de un discurso que propiciaba la conciliación más que la lucha
de clases –especialmente Perón (lean los documentos de la guía)-, el peronismo
significó una importante transformación material, en la calidad de vida y en
las representaciones de los trabajadores argentinos (la dignidad es una de las
ideas-fuerza dentro de la autopercepción de la clase obrera).
El peronismo, entonces, no representó solamente una solución a las
necesidades materiales de los trabajadores (justicia social). Fue un movimiento
representativo de un cambio decisivo en la conducta y en las lealtades
políticas de la clase trabajadora que fue integrada económica, social y
políticamente.
En
el texto de Torre ustedes pueden encontrar las diversas políticas públicas que
significaron la democratización del
bienestar, tanto su expansión como sus límites.
Respecto
del sindicalismo, en estos años se produce una gradual subordinación del
movimiento sindical al Estado. Los trabajos de M. Murmis y Juan C. Portantiero
subrayan que esta pérdida de autonomía no fue total. Así puede explicarse el
rol central que asumieron los sindicatos y una nueva camada de dirigentes
quienes, con Perón en el exilio, recuperaron su autonomía y organizaron las
acciones de “resistencia” luego del derrocamiento, la mayoría de las veces
desde la clandestinidad.
Voy a adelantar algunas
cuestiones que serán profundizadas en el trabajo de Marcelo Cavarozzi. (luego del primer parcial)
Hacia
1955 se encuentra ya maduro el abanico de sectores opositores que -más o menos
directamente- complotarán contra Perón. Un antecedente del golpe que termina
derrocando a Perón en septiembre de 1955 lo encontramos en junio de ese año: la
aviación naval arroja sobre la Plaza de Mayo casi 10 toneladas de bombas sobre
la población civil, con el objetivo de asesinar al “tirano”. El saldo: 300
civiles muertos. Con el bombardeo a Plaza de Mayo, la violencia política
ganaba el escenario nuevamente.
La polarización social se hace evidente: por un lado, la mayoría de los trabajadores y sus
estructuras sindicales mantuvieron su adhesión a Perón.
Por
el otro, se alinearon la gran burguesía industrial y agropecuaria y los
monopolios exportadores (estos últimos contrarios a la política de distribución
de recursos a través del IAPI); los partidos opositores (radicales, socialistas
y comunistas); la prensa (que había sido afectada por la censura), la
universidad; la iglesia y un sector de la clase media católica (el peronismo había
sancionado la ley del divorcio vincular) y las fuerzas armadas. Estas
últimas (FFAA), como institución, continuaron expresando los intereses básicos
del bloque dominante –como lo habían hecho en el ’30- y acordaron con él en la
necesidad de reemplazar al gobierno peronista por otro funcional a la nueva
fase de desarrollo capitalista.
Los
EEUU celebraron el recambio superestructural en la Argentina. Porque, si bien
el anticapitalismo del peronismo no pasó de ser
“verbal” (Julio Godio), la política exterior de la Argentina se
encuadraba en la “tercera Posición”, y le impedía a EEUU conformar un sólido
bloque anticomunista en América. Además, el veto de los propios diputados
peronistas al contrato con la California Standard Oil revelaba los profundos compromisos
del Estado para con los sectores subordinados. El peronismo no era confiable
para facilitar la nueva etapa del capitalismo conducida por las empresas
transnacionales.
Por
razones diversas, complejas, que no podríamos sintetizar en el marco de esta
clase, la autodenominada “revolución Libertadora” (porque liberaba al pueblo
argentino del “tirano” y recuperaba las libertades cercenadas por la “tiranía”)
logró triunfar en setiembre de 1955.